Teatro Español
El Teatro Medieval
El teatro español, como el europeo, surge
vinculado al culto religioso La misa, celebración litúrgica central en la
religión cristiana, es en sí misma un 'drama', una representación de la muerte
y resurrección de Cristo. Serán los clérigos los que, en su afán didáctico por
explicar los misterios de la fe a los fieles mayoritariamente incultos y analfabetos,
creen los primeros diálogos teatrales: los tropos, con los que escenificaban
algunos episodios relevantes de la Biblia. Estas representaciones, que tenían
lugar dentro de las iglesias, en el coro o parte central de la nave, se fueron
haciendo más largas y espectaculares dando lugar a un tipo de teatro religioso
que fue el teatro medieval por excelencia. Poco a poco se fueron añadiendo
elementos profanos y cómicos a este tipo de representaciones que, por razones
de decoro, terminaron por abandonar las iglesias y comenzaron a realizarse en
lugares públicos: en los pórticos y atrios de las iglesias, plazas, calles y
cementerios.
En España se conservan muy pocos documentos
escritos y menos obras teatrales de estos siglos. La muestra más antigua de
teatro castellano es el Auto de los Reyes Magos de finales del siglo XII,
escrito en romance y probablemente de origen franco. Pero puede decirse que
hasta el siglo XI no empezó a cultivarse como tal el género, con Juan del
Encina, Lucas Fernández y Jorge Manrique, si se exceptúan los juegos
juglarescos populares.
El siglo XVII es el siglo de oro del teatro en
España. Es un momento en el que las circunstancias sociales y políticas
determinan una situación excepcional: la representación pública se convierte en
el eje de la moral y la estética. Las 'apariencias' son fundamentales. El mundo
es un gran teatro y el teatro es el arte más adecuado para representar la vida.
Se crean las primeras salas teatrales llamadas corrales de comedias, que eran
gestionadas por las Hermandades, verdaderos precedentes del empresario teatral
moderno. Van a proliferar los autores, las obras y las compañías. El teatro
deja de ser un acontecimiento restringido para convertirse en un producto
competitivo, sujeto a las leyes de la oferta y la demanda. Un interesante
debate teórico acompaña el nacimiento y desarrollo de esta forma nueva de
entender el teatro. Dos autores de la época nos sirven para ilustrar el sentido
y la evolución de este debate y del arte teatral: Cervantes y Lope de Vega.
Cervantes, el gran novelista español, no
obtuvo el éxito que creía merecer en el teatro y esto se debió, probablemente,
a que su teatro tenía unas características que no respondían a los gustos del
público. Es, en efecto, un teatro que quiere ser 'espejo de la vida humana', en
el que el texto tiene una gran importancia y donde los personajes no son
simples estereotipos. Con los años se le ha dado el valor que merece,
especialmente a los divertidos entremeses, obras cortas de temática popular.
Por el contrario, Lope de Vega acertó con el gusto del público barroco cuya
intención al acudir al teatro era entretenerse, pasar un buen rato, más que
asistir a un 'acto cultural'. Les agradaba especialmente que las
representaciones fueran espectáculos completos: con música, baile y, sobre
todo, muchos efectos escénicos (apariciones y desapariciones, cambio de
escenas, caídas y vuelos, entre otros).
Las obras de Lope de Vega impusieron las
características centrales de la comedia nueva: escritura en verso polimétrico,
ruptura de las unidades de lugar y tiempo, mezcla de elementos cómicos y
trágicos, estructura en tres actos divididos en cuadros. Todas estas
características tienen un único fin: mantener al espectador interesado en la
trama hasta el final. La mayoría de las comedias trataban asuntos de honra, ya
que la honra, fama pública, la apariencia al fin y al cabo, era una de las
grandes preocupaciones del hombre barroco
Los grandes dramaturgos de la época, además de
Lope de Vega (que escribió unas 1.500 obras de teatro) son, entre otros, Tirso
de Molina, Juan Ruiz de Alarcón, Francisco Rojas Zorrilla, Agustín Moreto y
Pedro Calderón de la Barca. Éste fue el creador, como Lope lo fue de la comedia
nueva, del auto sacramental. Éste es un tipo de teatro religioso vinculado al
sacramento de la eucaristía. Se trata de una pieza didáctica en un acto que
siempre tiene la función de ensalzar la fe. El auto sacramental, junto a la
comedia nueva, forma el núcleo del teatro barroco español.
Condición social del actor en el siglo XVI
Fue la misma Iglesia quien resucitó el drama
en forma de diálogos litúrgicos (s. XII). En el siglo XVI encontramos con
frecuencia en España al actor y al autor fundidos en una misma persona (Juan
del Encina, Gil Vicente, Lope de Rueda). Pronto los cómicos de oficio se harán
notar para constituir un nuevo grupo social: los comediantes. Sólo en Castilla,
en 1630, se cuentan cuarenta compañías de primera categoría. Sin embargo la
profesión de actor seguirá siendo "mal vista" por la "buena sociedad",
por ejemplo en Inglaterra estaban considerados legalmente como villanos y
vagabundos. Para poder ejercer su profesión se veían obligados a solicitar la
protección de algún noble. Hasta principios del siglo XX la profesión no
comenzará a adquirir la relevante valoración y dimensión social que tiene en
nuestros días.
La profesión del actor ha sido menospreciada
durante mucho tiempo. Para comprender la contribución del actor a la vida
teatral del Siglo de Oro en España hay que mirar únicamente cómo esta profesión
estaba organizada y cómo los actores desempeñaban su trabajo diario. En este
contexto, la compañía teatral aparecerá como el elemento más importante y
decisivo para la sobrevivencia del arte escénico.
En la época había dos grandes categorías de
actores: Por una parte, aquellos que formaban pequeños grupos de estructuras
muy variadas y que pasaban de un pueblo al otro dando representaciones
espontáneas de una calidad artística muy desigual y muchas veces poco
profesional, y a los cuales, por no poderse acercar a los grandes núcleos
urbanos más de una legua, se les denominaban compañías de la legua. Por otra
parte, la mayoría de los actores trabajaban en compañías absolutamente
profesionales que tenían una estructura fija con una jerarquía
considerablemente matizada. Estos grupos disponían de algunos privilegios e
incluso gozaban del reconocimiento por parte de la Corte Real que les otorgaba
un título oficial, y por esto se llamaban compañías de título.
EL ESPACIO TEATRAL - CARACTERÍSTICAS DEL PÚBLICO DE LA ÉPOCA
Aunque otras producciones gozaron de gran
favor del público, el género dramático se configuró, sin duda alguna, como la
producción literaria más nacional del Siglo de Oro español. La consagración del
género y su conversión en espectáculo, determinó la aparición de nuevos modos
de representación escénica: de los entarimados instalados en las plazas se pasó
a la aclimatación de locales apropiados. Ya a finales del siglo XVI, el fondo
de los patios de vecinos, llamados corrales, hacía de escenario, mientras que
sus tres lados restantes servían de galería reservada a los más pudientes y en
el patio propiamente dicho se acomodaban los restantes espectadores. Poco
después se construyeron locales destinados a la propia representación teatral;
conservaron idéntica estructura, pero cubrieron el escenario y una galería con
sendos tejados, a la vez que un toldo permitía techar el corral entero.
La representación solía comenzar por la tarde
y solía durar, con los entremeses y bailes, entre dos y tres horas. El desarrollo
definitivo del género a partir de 1600 coincide con el fin, por orden de Felipe
III, de la prohibición de montar espectáculos teatrales que pesaba desde 1582.
Las obras dramáticas, llamadas genéricamente comedias, eran de tres tipos: la
tragedia, en el sentido de acción catastrófica, escasamente representada y
escrita (pues la vida no es trágica ni cómica en sentido puro), el drama y la
comedia propiamente dicha. La estructura de las obras presentaba tres jornadas
o actos. Durante el primer entreacto se representaba un entremés y en el
segundo se cantaba una jácara. Con independencia de esos intermedios musicales,
la música fue incorporada al teatro de manera definitiva por Lope, como
preludio y fondo o como parte de la acción, aunque se cantaba y bailaba con
acompañamientos muy modestos. Los temas, por otra parte, se tomaban de las
crónicas históricas, de vidas de santos, de sucesos y, rara vez, nacían de la
fantasía de los autores. Aunque países como Inglaterra ya habían conocido su
teatro clásico y Francia lo estaba produciendo en estos momentos, sorprende en
la configuración del drama español su directa dependencia del pueblo en el que
surge. Tal característica, propia de Lope de Vega, se extiende a todos los
autores del siglo XVII: se trata de un teatro que, además de ser claro síntoma
de la sociedad española del momento, justifica su propia época al idealizarla
sobre los escenarios. En el teatro español del Siglo de Oro asombra su
pluralidad y diversidad: cualquier aspecto de la vida material les sirve a los
autores para ofrecer una visión dramática, en sentido cómico, de la vida
española.
El teatro fue otra de las actividades más
populares, multiplicándose el número de compañías que venían de fuera,
especialmente de Italia. Fenómeno urbano por excelencia, gustaba por igual a
ricos que a pobres y el número de teatros y corrales aumentó constantemente.
Estos últimos fueron en principio patios interiores de viviendas en los que se
improvisaban un escenario y localidades.
Con el paso de los años y su popularización,
los corrales de comedias se fueron haciendo cada vez más complejos y grandes,
distinguiéndose en ellos distintas zonas según sus ocupantes. Así, las mujeres
debían sentarse en la "cazuela", un palco corrido frente al
escenario; los clérigos se acomodaban en la "tertulia"; los nobles en
los "palcos", las localidades más caras, en los que sí estaba
permitida la presencia de mujeres, algunas reservadas para las autoridades. El
éxito de las representaciones hizo que se pasara de representar comedias sólo
en festivos a hacerlo a diario, con el beneplácito eclesiástico. Eso sí, se
cerraba el Miércoles de Ceniza y no se abría hasta pasado Pascua. La función
comenzaba a las dos o las tres de la tarde en invierno y las tres o las cuatro
en verano. Un toldo resguardaba del sol, mientras que la lluvia hacía imposible
la representación. El espectáculo duraba dos horas y media o tres, debiendo
obligatoriamente concluir antes de ocultarse el sol, por razones de moralidad y
orden público. La función comenzaba haciendo callar al público, normalmente con
una "loa" que pedía el favor del respetable e intentaba ponerlo del
lado de la compañía. Le seguía el primer acto, en el que los actores ponían al
público en situación con sus declamaciones, intentando con ello suplir la
pobreza de los escenarios. Las pausas eran mínimas, intentando entretener al
público de manera constante y evitando el vacío de la escena. El espacio entre
el primer y el segundo acto se llenaba con un "entremés", y entre los
dos últimos actos se intercalaba un baile o una jácara cantada. El fin de la
representación se realizaba mediante una "mojiganga", actuación
repleta de música, baile y alegría bulliciosa. Las obras se mantenían
generalmente uno o dos días en cartel, siendo excepcional que lo hicieran
cinco. Las corridas de toros contaron también con el favor popular, si bien su
origen es aristocrático. Realizadas a caballo, Felipe IV contribuyó a su
difusión, al asistir a todos los festejos que se realizaban en Madrid. El toreo
a pie, poco extendido, se consideraba actividad de las clases bajas. El coso
madrileño era la Plaza Mayor, destinándose los balcones a la corte y
personalidades y ocupando el pueblo llano graderías debidamente instaladas.
Lope de Vega fue el creador del teatro
nacional, supo darles un trato acertado a sus temas, dotarlos de vida al ser
llevados a escena y haciendo del teatro el espectáculo maravilloso que hoy
continúa siendo. Fue uno de los escritores más prolíferos de la literatura española.
Actualmente la obra sigue representándose. Con
representaciones de obras como está se pone de manifiesto que dramaturgos como Lope de Vega siguen estando
de moda por la calidad de sus obras. Gracias a esto, podemos aumentar nuestra
cultura literaria mediante este género
tan artístico y fantástico como es el teatro.
Leída esta obra, no pongo en duda que a Lope
de Vega le denominan el Fénix de los ingenios, algunos y el “Monstruo de la naturaleza” por Miguel
de Cervantes, ya que tiene la capacidad de dejar perplejo a los espectadores.
Considerado uno de los más importantes poetas y dramaturgos del siglo de oro,
se lo puede considerar como uno de los autores más prolíferos de la literatura
universal, creó la fórmula del teatro clásico español del Barroco y en la
actualidad sus obras continúan representándose en festivales de teatro clásico.